Antes de ser elegido papa, León XIV —entonces conocido como Robert Prevost— dejó una profunda marca de servicio entre los más necesitados de Chiclayo, en Perú. Desde comedores populares hasta apoyo a migrantes venezolanos, su labor pastoral se centró en acciones concretas para aliviar el hambre y la exclusión social.
En distritos humildes como San Antonio, aún funciona el comedor social que inauguró en 2019 para atender a familias peruanas y migrantes sin recursos. “Él vino, se ensució los zapatos en el barro y comió con nosotros. Fue uno más”, recuerda emocionada Rosa Victoria Ruiz, una de las cocineras voluntarias.
La llegada masiva de venezolanos impulsó al entonces obispo a abrir las puertas de las parroquias y extender comedores a distintos puntos de la ciudad. “No tenían dónde estar ni qué comer, y nuestro papa fue el primero en actuar”, cuenta Rosa mientras muestra fotos descoloridas del ahora pontífice compartiendo arroz y pollo con los migrantes.
Estos comedores, que llegaron a repartir hasta 150 raciones diarias, hoy siguen activos, aunque con menor demanda. Aun así, cada desayuno que se sirve —como el vaso de avena que disfruta Carlos, un usuario fiel— es también un recuerdo vivo del compromiso de León XIV con la caridad y la dignidad humana.
Para muchos latinos en EE. UU., especialmente los que migraron desde países como Perú o Venezuela, el testimonio del papa León XIV representa una esperanza renovada de que la Iglesia puede y debe estar del lado de los más vulnerables.