La fotografía tiene el poder de capturar momentos decisivos: históricos, controversiales, íntimos o placenteros. A través de una cámara, podemos congelar instantes que definen épocas, personalidades y emociones. Así ocurrió con una imagen que cambió la historia del retrato editorial moderno, sin que su autora lo sospechara en ese momento.
Annie Leibovitz, entonces joven fotógrafa y aprendiz en la revista Rolling Stone, recibió una asignación especial: retratar a John Lennon y Yoko Ono para una entrevista exclusiva que la publicación tenía con la icónica pareja. Para Yoko, fue una sorpresa que no enviaran a un fotógrafo de renombre. “¿Por qué no vino alguien más conocido?”, llegó a preguntarse. Pero pronto, Leibovitz logró ganarse su confianza con entusiasmo, intuición y una clara sensibilidad para capturar el alma de sus retratados.

Ya desde sus primeros trabajos, Annie sorprendía a editores y redactores con su capacidad de revelar el lado más humano y vulnerable de las estrellas. Su metodología era simple pero poderosa: pasar varios días con los artistas, observar, convivir y, finalmente, retratar. Así conseguía imágenes íntimas, potentes y honestas.
En ese contexto, realizó una de las fotografías más icónicas del siglo XX: un retrato de John Lennon desnudo, abrazando a Yoko Ono, completamente vestida, sobre la cama de su departamento en Nueva York. La imagen, tomada en contrapicado, rompía los moldes de la fotografía de celebridades por su crudeza emocional, su ternura y su tensión visual. Lo que nadie imaginaba era que ese retrato sería el último que se tomaría de John Lennon con vida.
Horas después de la sesión, Lennon fue asesinado a sangre fría frente a su edificio por un fanático. La noticia sacudió al mundo entero.
Ante la magnitud de los acontecimientos, los editores de Rolling Stone decidieron usar la fotografía de Leibovitz como portada. Aquella imagen, que hablaba del amor, la vulnerabilidad y la muerte, se convirtió en una de las más emblemáticas en la historia de la revista y del fotoperiodismo contemporáneo.
Con el paso de los años, Annie Leibovitz consolidó una carrera brillante en las principales revistas del mundo, pero aquella imagen de Lennon y Ono permanece como un testimonio inquebrantable del instante en que la fotografía, sin saberlo, documentó el final de una era.