En un nuevo operativo contra el robo de cobre, tres negocios enfrentan fuertes multas por fomentar un mercado ilícito que afecta a comunidades enteras en California.
SAN JOSÉ, California — La policía de San José está intensificando su lucha contra el creciente mercado negro del cobre, y esta vez el foco no está solo en quienes lo roban, sino también en quienes lo compran. En abril, tres centros de reciclaje fueron multados por adquirir cables de cobre presuntamente robados, en un operativo encubierto que busca frenar una cadena delictiva que se extiende por todo el estado.
Agentes encubiertos visitaron varios establecimientos sospechosos, y dos de ellos recibieron sanciones económicas que podrían superar los miles de dólares. Las autoridades aseguran que el problema ha escalado tanto que ya no basta con castigar al ladrón: ahora también se persigue con firmeza a los compradores. “Sabemos que este problema ha llegado a un extremo donde necesitamos hacer algo, y esta es una manera de combatirlo”, declaró Tania Hernández, vocera de la policía local.
El robo de cobre no solo interrumpe servicios públicos como el alumbrado y las telecomunicaciones, sino que también representa pérdidas millonarias para ciudades y empresas. Para contener esta crisis, legisladores en Sacramento presentaron la propuesta AB-476, que propone medidas más estrictas: ampliación de materiales regulados, aumento en las multas, registros obligatorios para los compradores y hasta un programa estatal de reembolso para agencias locales afectadas.
Para muchos en la comunidad latina, especialmente trabajadores en el sector de la construcción o reciclaje, estas nuevas reglas pueden representar tanto una advertencia como una oportunidad para operar con mayor transparencia. Las autoridades locales insisten en que los operativos continuarán. “Queremos enviar un mensaje claro: tolerancia cero con quienes fomentan este tipo de delito”, añadió Hernández.
Mientras California busca una respuesta legal más contundente, queda claro que el combate al robo de cobre será cada vez más riguroso. Para los centros de reciclaje, ya no será suficiente mirar hacia otro lado: cada transacción contará, y cada descuido podría costar miles.